febrero 08, 2010

GALILEO CIENCIA Y RELIGION


La Tierra comenzaba a dejar de ser el centro del Universo. Galileo publica ese mismo año 1610 el Sidereus Nuncius. Pero necesitaba el reconocimiento y el apoyo del Colegio Romano de los jesuitas, la gran institución abierta en el campo de las ciencias.



En 1609 Galileo da el primer asalto a la Física aristotélica que nadie ponía en duda desde hacía más de veinte siglos. Observa con su rudimentario telescopio (el “perspicillum”) las imperfecciones de la Luna, el Sol y los planetas. Galileo, no solamente estaba poniendo los cimientos de un nuevo método de investigación, la observación directa de los fenómenos, sino que se estaba estableciendo un nuevo paradigma. Un año más tarde, en 1610 (hace 400 años) Galileo observa que la luna no es una esfera perfecta: tiene cráteres y montañas que hacen sombra sobre la superficie. Observa las manchas solares, las cuatro lunas de Júpiter que dan vueltas alrededor del planeta. Para Galileo, el modelo geométrico de Copérnico “para salvar las apariencias” es, además, un modelo físico, real. La Tierra comenzaba a dejar de ser el centro del Universo. Galileo publica ese mismo año 1610 el Sidereus Nuncius. Pero necesitaba el reconocimiento y el apoyo del Colegio Romano de los jesuitas, la gran institución abierta en el campo de las ciencias. El Colegio Romano enseguida tuvo su propio catalejo y el jesuita Christophorus Clavius pudo observar por sí mismo las lunas de Júpiter. Escribió a Galileo y le felicitó. Galileo respondió en términos muy cordiales dándole las noticias de sus últimos descubrimientos sobre las lunas de Júpiter. Galileo cuenta cómo los jesuitas habían introducido las lunas de Júpiter en sus sermones. Se abría una nueva era en las relaciones de la ciencia y la religión.

En un documentado artículo del profesor Ignacio Núñez de Castro, “De la amistad y desencuentro de Galileo con los Jesuitas” (publicado en “Archivo Teológico Granadino”, Facultad de Teología de Granada, vol. 68, 2005, pp. 79-109) ha expuesto la síntesis de sus investigaciones sobre las volubles relaciones de Galileo Galilei (1564-1642) y los jesuitas de su tiempo.

Aunque cronológicamente el Colegio Romano no fue el primer Colegio fundado por Ignacio de Loyola de los 46 colegios que fundó en los últimos años de su vida. Le antecedieron los colegios de Padua, Bolonia, Mesina, Palermo y Tívoli en Italia, Valencia, Gandía, Valladolid, Alcalá, Barcelona, Salamanca y Burgos en España, Coimbra en Portugal, París en Francia, Lovaina en Bélgica y Colonia en Alemania. El Colegio Romano, fundado en 1551, fue el punto de referencia de la red de Colegios fundados por la Compañía de Jesús en la Europa del siglo XVI.

El Colegio Romano, como todos los que llevan la impronta de Ignacio fue concebido al “modus Parisiensis”, que Ignacio gustaba tanto de alabar. El método consistía en una buena fundamentación en las letras humanas, y Filosofía (Curso de Artes que incluía un amplio curriculum de Filosofía Natural, lo que hoy llamamos Ciencias) y cuando los escolares estén “bien fundados y deseosos de la teología, entonces podrán comenzar el curso de la misma”

Ignacio comprendió que un Colegio de excelentes y bien adiestrados profesores y donde se impartieran todas las disciplinas era necesario en la Roma renacentista, donde los jóvenes asistían a las escuelas de las barriadas donde enseñaban los maestri regionari stipendiati dal Senato que lucharon abiertamente contra la enseñanza de los jesuitas. En Febrero de 1551 se puso el cartel en una casa de modesta apariencia en el que estaba escrito Schola de Grammatica, d’Humanità e dottrina christiana, gratis.
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