“Las fiestas de San Juan Bautista y San Juan
Evangelista, son el momento simbólico en que los Masones reflexionamos en
nuestro interior y advertimos nuevas verdades morales y nuevas realidades
espirituales para continuar con la obra suprema, en un nuevo comienzo"
Duberlí Yáñez Araya
En nuestras
Tenidas Solsticiales, que se efectúan en los meses de Junio para el de
Invierno, y Diciembre para el de Verano, coincidiendo con el comienzo de las
estaciones del año mencionadas en nuestro Hemisferio Sur, debemos primeramente abrir
los Trabajos en la forma acostumbrada en el Primer Grado simbólico del
R:.E:.A.. y A:., es decir, observando cuidadosamente la formalidad requerida
ante tan Magna celebración. Así, y debidamente dirigida la tenida por el Delegado
Regional en ausencia del Gran Maestro, o por éste último sin excepción, según
reza el Artículo Nº 61 de nuestro Código Entre Columnas, estamos en condiciones
de enfrentar una Fiesta Solsticial en forma correcta y vivir grupal, intensa e
íntimamente lo que allí ocurre. Por algo los Solsticios son las fiestas más
significativas del calendario masónico.
Los Masones
celebramos a nuestra forma, lo que por milenios han celebrado diferentes civilizaciones.
En estas festividades realizadas en diferentes formatos según la cultura y la
época, se celebraba el “nacimiento del joven Sol”. Nuestros ancestros, en
diferentes puntos del orbe y en épocas distintas del mundo, desde los Cananeos,
Egipcios, Celtas, Romanos, Persas, Sirios, Fenicios, Griegos, Hindúes, Mayas,
Incas, Aztecas, y Mapuches entre muchos otros, habían advertido los diferentes
cambios en la naturaleza, originados según sus observaciones, por la presencia
o ausencia, cercanía o lejanía del sol. Los misterios de la noche y el día, la
oscuridad y la luz, el frío y el calor, la dualidad permanente y cíclica de la
tierra, fueron la inspiración de los estudiosos y observadores de todas las
épocas. Seguramente se preguntaban porque cambiaban las condiciones de la
tierra, el clima, sus cultivos, la fauna, los cielos, y la naturaleza en
general, que misterios generaban estos cambios que afectaban sus vidas, y por
ello vieron finalmente en el Sol, un dios dador de vida, una fuente inagotable
de luz y calor que cíclicamente les favorecía. El estudio mediante la
observación de las estrellas, de la Luna, el Sol, el caudal de los ríos y el
comportamiento de la naturaleza en general, entregó muchas respuestas a las
inquietudes que tuvieron estas diferentes formas de vida en sus diferentes
etapas en la tierra, ellos captaron finalmente como el joven Sol comenzaba su
renacer en cierta época del año. Se crea así el Mito Solar, que ha permanecido
por milenios entre nosotros. Todas estas culturas sin excepción, comenzaron a
celebrar estas fechas, en Invierno con el fuego reemplazando al sol para pedir
su regreso, su renacer y en Verano para celebrar sus cosechas y la abundancia
que les regalaba la naturaleza bañada por el padre Sol.
La Masonería
al celebrar los Solsticios, del latín “Solis Statio” traducido como “sol
detenido”, pues aparentemente permanece detenido por tres días en estas fechas,
recuerda aquella indisoluble relación entre el hombre y la naturaleza, que ha
sido conmemorada por tantas civilizaciones a lo largo del tiempo. Este aparente
movimiento del Sol entre el Sur y el Norte, provoca no sólo los Solsticios de
Verano e Invierno, sino también los Equinoccios de Primavera y Otoño. Se marcan
así las cuatro estaciones a las que se ve sometida la tierra, provocadas
gracias a su forma e inclinación y que han dado origen a la vida. Es preciso
mencionar que sin la forma achatada de la Tierra en los polos y la inclinación
sobre su eje, probablemente nada de esto ocurriría. Paradojalmente esto sucede en forma invertida
en ambos polos terrestres, así, mientras en el Hemisferio Sur ocurre el
Solsticio de Invierno, al estar el Sol perpendicular al Trópico de Cáncer
ubicado al Norte del Ecuador, en el hemisferio Norte ocurre el Solsticio de Verano
al estar el sol perpendicular a este Trópico, a la inversa cuando el sol esta
perpendicular al trópico de Capricornio, provoca el Solsitio de Verano en el
hemisferio Sur, y el de Invierno en el otro lado.
El Sol es para
la masonería, la Luz que emana de Oriente, y la Luz es símbolo de sabiduría,
nosotros los
masones, en nuestro camino en búsqueda del perfeccionamiento individual para
poder finalmente colaborar en la Gran Obra de acción social, caminamos desde el
crepúsculo o tinieblas hacia la Luz de Oriente, desde las Apariencias a la
Realidad, en una búsqueda interminable, pues para los masones el Luz de Oriente
significa aquella Verdad inalcanzable en busca de la cual trabajamos día a día.
Al mismo tiempo, trabajamos desde mediodía a medianoche, es decir, desde que la
Luz nos ilumina con su máximo esplendor, hasta que el ocaso nos oculta el Sol,
el que muere para renacer a medianoche y reiniciar con ello, un nuevo cliclo.
Cíclica es también la naturaleza en relación al Sol, que provoca el frío y el
calor, la noche y el día, que nos remarcan la polaridad eterna en que vivimos,
representada en nuestros Templos por el pavimento de mosaico y las Columnas B y
J. Se simbolizan de este modo las Leyes inmutables del universo.
En 1717, las cuatro
Logias que dieron inicio a la masonería simbólica o especulativa que hoy
practicamos, proclamaron además de sus leyes y normas, a Juan el Bautista como su Santo Patrono, su
día en el calendario gregoriano es el 24 de Junio. De ahí proviene la conocida
Logia de San Juan, de donde se dice venimos los masones en la Masonería
Cristiana. Sin embargo no debemos soslayar el hecho de que el Mito Solar viene
siendo celebrado desde hace milenios por las culturas antes mencionadas, en las
que en el Solsticio de Invierno se celebraba con fuego, pidiendo por el renacer
o regreso de la luz solar y con ello las cosechas y la abundancia que este propiciaba.
Es así como se dice que Isis daba a luz
a Horus, el Dios Solar, en Diciembre, época del Solsticio de Invierno en
el hemisferio Norte. Fueron muchas las deidades nacidas en coincidencia con
esta fecha, o las fiestas que se celebraban con esta ocasión. Todas
simbolizaban el renacer, el año nuevo, la natividad, ejemplo de ello son Horus,
Mitra, Adonis, Dionisos, Krishna, Hermes, Buda o el propio Jesús, muchos de
ellos nacidos de madre Virgen y en la misma fecha, pues los partos virginales
se han repetido en la historia de la conjunción “hombre-Mito Solar” a lo largo
de la historia, desde mucho antes que la Virgen María. (“El Solsticio en la historia de la Masonería”, Luis Yañez – Arancibia,
2007).
Así mismo las Logias de San Juan celebran
en el Solsticio a San Juan Evangelista el 27 de Diciembre, quien junto a Juan
Bautista no son otra cosa que el Dios Jano cristianizado, emulando la celebración de los Collegia Fabrorum
romanos, con Jano el dios de dos caras, una vieja que mira al pasado y otra
juvenil que mira al futuro, prescindiendo del eterno presente desconocido
realmente para el hombre.
En nuestros Templos, tradicionalmente
orientados, están representados los cuatro puntos cardinales, Norte Sur, Este u
Oriente, y Oeste u Occidente. El Venerable Maestro está en Oriente, y
representa a ese Sol naciente, es por donde sale la Luz que pide el neófito el
día de su Iniciación y hacia donde todos los masones caminamos en busca de
superación, en Occidente está el Primer Vigilante, que representa el ocaso, el
fin del día, pero sin el cual, no habría un nuevo renacer y al mediodía está el
Segundo Vigilante, a pleno Sol, para enseñar y guiar sin sombras a los
Aprendices. Al Norte, en la zona más oscura del Templo, está el Septentrión,
lugar que ocupan los Aprendices, pues ellos, recién incorporados a las filas de
la Orden, sólo cuentan con su pasado profano y requieren de dosis reguladas de
Luz a fin de ir avanzando paso a paso en el camino que inician en la vida
masónica.
Al tener la Masonería la finalidad de
enaltecer moralmente a la humanidad, no pudo haber elegido de mejor forma el
simbolismo del “movimiento” solar, con sus enseñanzas abiertas sobre los ciclos
interminables, y su clara enseñanza de lo permanente a través del tiempo, que
nos habla directamente de la vida y la muerte necesaria para la resurrección a
la vida y así cíclica e infinitamente. Hemos aprendido el día de nuestra
Iniciación, que es preciso morir a un estado, para poder renacer a uno nuevo.
Es preciso que esa muerte nos descomponga hasta los huesos, para que brote
desde el fondo una nueva vida, la naturaleza nos lo muestra en forma evidente.
La comprensión de este constante morir y renacer permite al Masón comprender
las cosas de manera distinta, no adoramos al sol como una deidad, o por su
fuerza vital natural, sino que está presente en nuestros Templos como un
símbolo didáctico que nace en Oriente para entregarnos la Luz de la Sabiduría,
cada vez que estamos en Logia, para ir individualmente transformándonos
interiormente en símbolos de Luz que irradien a la humanidad entera, Luz y
calor fraterno.
El Nacimiento es esperanza, el Solsticio
de Invierno es la Fiesta de la Esperanza, por ello está dedicado a los HH:.
AA:., quienes son la esperanza de futuro de nuestra Orden. Ellos han sido
recién sembrados, y como la semilla que ha de morir en la entrañas de la
tierra, ellos, como todos los Masones, han muerto en la caverna a la vida
profana, su germinación es la esperanza
para una cosecha como futuros MM:.MM:. que sigan adelante con la Gran Obra. Han
de crecer al alero de la Plomada, hacia arriba en forma recta, como la planta
en busca de la luz solar, ambos tienen sus raíces en la Tierra y requieren de
la luz y el calor para hacer fructíferos sus esfuerzos por crecer, en el caso
de los Aprendices de las Luces de sus Hermanos Compañeros y Maestros y del
calor fraternal que se deben brindar los Masones mutuamente. También nuestra
Cadena Fraternal es un símbolo de los ciclos infinitos que nos regala la
naturaleza, pues como seres humanos siempre estamos en peligro de decaer, de
que mermen nuestras fuerzas en el incesante trabajo de pulir la Piedra Bruta, es
ahí cuando la fuerza de los ciclos, simbolizada en la Cadena Universal, nos
debe fortalecer, eslabón con eslabón, para renovar la marcha en los momentos
difíciles a que inevitablemente y como el frío invierno ocurrirán de tanto en
tanto en nuestra vida masónica. Ahí en Oriente está el Sol, simbolizando con su
Fuerza omnipotente, la Luz creadora y su vital energía repartida siempre en
Igualdad, esto es lo que el Masón debe hacer, convirtiéndose él mismo en fuente
de Justicia, Igualdad y Fraternidad para todos, ayudando con ello a que las
semillas de la Masonería algún día den flores y frutos a la sociedad toda.
La Esperanza es lo que celebramos en el
Solsticio de Invierno, por ello hemos comido frutos secos y obtenido semillas
en la ceremonia, es lo que con inteligencia el hombre ha guardado de la época
de la abundancia, aprendiendo que siempre es preciso conservar energía para
cuando el Sol y su Luz estén lejos y los fríos invernales sequen lo que quedó
de las cosechas, mermando nuestras fuerzas. Con esos frutos secos guardados,
que simbolizan nuestro aprendizaje producto del estudio, reflexión y trabajo,
nos apoyaremos en los momentos de duda, propios de la mente humana, para
resistir los ataques del ego en nuestro interior. Es el momento de refugiarnos en
nuestro propio Cuarto de Reflexiones, para tener la esperanza de poder renacer
airosos y pletóricos de energía al momento de subir un nuevo escalón en nuestra
vida masónica y retomar con fuerza y vigor nuestros trabajos.